Raúl Ansola debuta como novelista en esta historia tan enigmática. Anteriormente ha destacado en su faceta de guionista, director de cortos (característica que demuestra en su prosa) y de escritor galardonado en multitud de certámenes de novela corta y relatos (por ejemplo finalista del certamen de novela corta Cristóbal Zaragoza en 2008 por El concierto).
nos dice la editorial en la contraportada que si tenemos la suerte de adentrarnos en sus páginas nos encontraremos ante un descenso a los infiernos en el que nada es lo que parece. Una descripción que se mantendrá atenta en la memoria del lector al comprobar que durante las primeras tres cuartas partes de la historia será la cronología de una amistad atada a un episodio causal la que guiará al argumento. Es la última fracción del escrito la que hace devolver al lector la curiosidad por lo aparente, por lo que en un principio parecía imposible. La novela consigue que sigamos con atención la trama que en ella se cuenta. Una amistad que engancha, que gusta, marcada por lo que a simple vista parece una excusa para el encuentro interesa casi a la par que la misma búsqueda que lleva a sus protagonistas a realizar hechos que nunca creyeron que llegaran a efectuar.
en las últimas páginas parece que es un tsunami literario el que cambia por completo el rumbo de la novela llegando incluso a apabullar. Es aquí cuando parece más necesario que el escritor dejara alguna pista anteriormente para poder así no desconcentrarnos ante lo que va sucediendo, encontrándonos, a veces, ante situaciones difícilmente explicables. Sin embargo, cabe destacar la amplitud de recursos literarios que utiliza el autor con cada paso de páginas. Con ellos logra acercarnos a una relación difícil, expresando amistad, amor, celos, alegría e incluso terror. Logra, también, un estupendo análisis de las costumbres y las tradiciones tanto en una gran ciudad como en una pequeña villa del interior de la península. Y consigue expresar con palabras, creo su mayor logro, un acto que a muchos con sólo nombrarlo nos bloquearía mental y psicológicamente.
en Illius es una fotografía ―la que adorna la portada― la que hace que Aurora tenga que contactar con Marcos para buscar el significado de la aparición de un adolescente, que parece muerto, en una foto en la que años atrás sólo creía recordar a una cruz adormecida en medio de un bosque perdido. Desde ese momento las neuras de los protagonistas y sus inquietudes serán los que les guíen intentando buscar pruebas de lo imposible, de lo que nunca imaginaron.
Raúl Ansola nos ha regalado una gran novela, bien escrita, entrañable y adictiva que si no fuera por ese final tan etéreo lograría rematar una de las historias del año. Sin duda estaremos atentos a lo que el autor nos ofrezca en el futuro ya que su nombre irá subiendo enteros con cada paso de página. ¿Quién será ese chico?
(Fantasymundo, críticas literarias)
nos dice la editorial en la contraportada que si tenemos la suerte de adentrarnos en sus páginas nos encontraremos ante un descenso a los infiernos en el que nada es lo que parece. Una descripción que se mantendrá atenta en la memoria del lector al comprobar que durante las primeras tres cuartas partes de la historia será la cronología de una amistad atada a un episodio causal la que guiará al argumento. Es la última fracción del escrito la que hace devolver al lector la curiosidad por lo aparente, por lo que en un principio parecía imposible. La novela consigue que sigamos con atención la trama que en ella se cuenta. Una amistad que engancha, que gusta, marcada por lo que a simple vista parece una excusa para el encuentro interesa casi a la par que la misma búsqueda que lleva a sus protagonistas a realizar hechos que nunca creyeron que llegaran a efectuar.
en las últimas páginas parece que es un tsunami literario el que cambia por completo el rumbo de la novela llegando incluso a apabullar. Es aquí cuando parece más necesario que el escritor dejara alguna pista anteriormente para poder así no desconcentrarnos ante lo que va sucediendo, encontrándonos, a veces, ante situaciones difícilmente explicables. Sin embargo, cabe destacar la amplitud de recursos literarios que utiliza el autor con cada paso de páginas. Con ellos logra acercarnos a una relación difícil, expresando amistad, amor, celos, alegría e incluso terror. Logra, también, un estupendo análisis de las costumbres y las tradiciones tanto en una gran ciudad como en una pequeña villa del interior de la península. Y consigue expresar con palabras, creo su mayor logro, un acto que a muchos con sólo nombrarlo nos bloquearía mental y psicológicamente.
en Illius es una fotografía ―la que adorna la portada― la que hace que Aurora tenga que contactar con Marcos para buscar el significado de la aparición de un adolescente, que parece muerto, en una foto en la que años atrás sólo creía recordar a una cruz adormecida en medio de un bosque perdido. Desde ese momento las neuras de los protagonistas y sus inquietudes serán los que les guíen intentando buscar pruebas de lo imposible, de lo que nunca imaginaron.
Raúl Ansola nos ha regalado una gran novela, bien escrita, entrañable y adictiva que si no fuera por ese final tan etéreo lograría rematar una de las historias del año. Sin duda estaremos atentos a lo que el autor nos ofrezca en el futuro ya que su nombre irá subiendo enteros con cada paso de página. ¿Quién será ese chico?
(Fantasymundo, críticas literarias)
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