el V Premio Terenci Moix consigue romper un par de estereotipos del homosexual joven, y eso, nada más empezar, se agradece. La obra de Rafael Peñas nos cuenta el despertar a la vida de un teenager en su primer verano una vez cumplida la mayoría de edad y con un billete de InterRail en su poder, soñando una Europa que quiere devorarse a mordiscos ávidos de experiencias.
hasta ahí podría dibujarse sin más la vida de cualquier barcelonés de nuestros días que afronta el último verano antes de la Universidad como una carrera de aventuras. Sin embargo el nudo de la acción (mucho más interior que llena de acontecimientos) vendrá a sorprender al lector muy pronto. La madre de Charlie, profesora y madre soltera, necesita la habitación de su hijo por temas profesionales ya que tendrá que hospedar en su casa a docentes de otra ciudad europea. Por eso le pide que, justo antes de irse a recorrer el viejo continente, pase un mes en casa de una tía suya, en un pueblo costero pero también de montaña donde la realidad se antoja aburrida en comparación con el ruido y la actividad de la ciudad de Gaudí.
allí el protagonista quedará prendado por su primo, un hombre que ya ha cumplido los cuarenta y que se encuentra redactando una biografía sobre Dalí (que a su vez explora también el lado homosexual del genio).
hay dos características que destacan agradablemente en la novela. La primera es que el autor no parece tener miedo al uso de los adjetivos (tan denostados en las últimas dos décadas), lo que permite al lector enriquecerse con los ambientes del pueblo costero, sus olores, sus sonidos.. todo resulta ampliado por una adjetivación que, sin ser barroca, es utilizada sin miedo para beneficio de nuestros sentidos. Las chicharras nos llegan a través de las páginas del libro, la luz de las estrellas o la luna nos deslumbra desde la distancia y los guisos nos levantan el apetito. Por lo cual la experiencia lectora vuelve a ganar en tridimensionalidad frente al minimalismo imperante en la frase, propio de estructuras cortas y desnudas que nos han invadido desde los países nórdicos y los Estados Unidos, donde el inglés apenas permite la subordinación.
por otro lado el protagonista nos enseña una libertad, una naturalidad que reconcilia con el mundo. Charlie acepta su sexualidad con la misma normalidad con que aceptaría que le gusta el color azul. No hay drama, no hay tragedia. Se trata de un joven moderno (en el sentido actual de la palabra), contemporáneo, habituado a recibir, en su Barcelona natal, modelos y perfiles de homosexuales en la vida diaria. Goza, además, de una relación de confianza con su madre, y esto le ha permitido asumirse aunque no haya decidido exteriorizar sus sentimientos por cuidar las relaciones sociales en los ambientes siempre algo opresivos de los institutos. Pero una vez que tiene su primera experiencia sexual (con un desconocido), la carrera parece haber comenzado, y sigue su curso como una bola por la pendiente de una montaña, siguiendo las leyes de la gravedad A Charlie le gustan los hombres, le gusta el sexo, le gusta la literatura.. y además se cree enamorado de su primo. Así que sale y entra, goza y sueña, pero sin plantearse en momento alguno crisis o encrucijada de sentimientos o emociones respecto a su orientación, sin culpabilidades por su homosexualidad, sin ácidos corrosivos que le quemen por dentro. Está claro que en Charlie encontramos una nueva generación.
Charlie es, también, un joven lector, que se ha aproximado a la vida a través de los libros y que tendrá la ocasión de empezar a vivir y de encontrar personas materialistas, apegadas al mundo y sus realidades, sin ensoñaciones, sin literaturas. Un choque interesante. Este materialismo no niega el mundo que nos rodea: el alcohol, las drogas, el sexo fácil y anónimo.. pero Rafael Peñas Cruz se limita a retratar ese mundo sin juzgarlo. Muestra sus consecuencias de forma suave (resacas, dolor de cabeza, mala reputación..) evitando hacer sangre del estilo de vida pero sin aprobarlo o aplaudirlo como parecen hacer otros autores.
no puedo dejar de mencionar la aproximación al tema del SIDA, y el virus del VIH, que se hace en la obra. Se agradece que en este silencio hipócrita, puritano o miedoso que nos envuelve, alguien vuelva a traer el tema al escaparate de la literatura. Tampoco en este tema juzga el autor en muchos sentidos, Pero sí lo pone frente a nosotros para que reflexionemos sobre su existencia, sus devastadores efectos y los miles de muertes que ha causado durante el siglo XX y estos comienzos del siglo XXI.
en definitiva, el libro podría quedar muy bien resumido por la fotografía de la portada: un bello y delgado joven que se lanza desde lo alto para caer al mar: un adolescente que despega camino del océano proceloso de la vida, y justo es retratado en ese momento en que, habiendo tomado ya la decisión, aún no ha llegado a su objetivo, al comienzo del resto de su existencia: la edad adulta.
una obra refrescante, que engancha y enamora con algunas imágenes como el «Endimión» desnudo en su hamaca, bello durmiente bajo la mirada de la luna.
(Guillermo Arróniz López, El Librepensador, agosto de 2010)
hasta ahí podría dibujarse sin más la vida de cualquier barcelonés de nuestros días que afronta el último verano antes de la Universidad como una carrera de aventuras. Sin embargo el nudo de la acción (mucho más interior que llena de acontecimientos) vendrá a sorprender al lector muy pronto. La madre de Charlie, profesora y madre soltera, necesita la habitación de su hijo por temas profesionales ya que tendrá que hospedar en su casa a docentes de otra ciudad europea. Por eso le pide que, justo antes de irse a recorrer el viejo continente, pase un mes en casa de una tía suya, en un pueblo costero pero también de montaña donde la realidad se antoja aburrida en comparación con el ruido y la actividad de la ciudad de Gaudí.
allí el protagonista quedará prendado por su primo, un hombre que ya ha cumplido los cuarenta y que se encuentra redactando una biografía sobre Dalí (que a su vez explora también el lado homosexual del genio).
hay dos características que destacan agradablemente en la novela. La primera es que el autor no parece tener miedo al uso de los adjetivos (tan denostados en las últimas dos décadas), lo que permite al lector enriquecerse con los ambientes del pueblo costero, sus olores, sus sonidos.. todo resulta ampliado por una adjetivación que, sin ser barroca, es utilizada sin miedo para beneficio de nuestros sentidos. Las chicharras nos llegan a través de las páginas del libro, la luz de las estrellas o la luna nos deslumbra desde la distancia y los guisos nos levantan el apetito. Por lo cual la experiencia lectora vuelve a ganar en tridimensionalidad frente al minimalismo imperante en la frase, propio de estructuras cortas y desnudas que nos han invadido desde los países nórdicos y los Estados Unidos, donde el inglés apenas permite la subordinación.
por otro lado el protagonista nos enseña una libertad, una naturalidad que reconcilia con el mundo. Charlie acepta su sexualidad con la misma normalidad con que aceptaría que le gusta el color azul. No hay drama, no hay tragedia. Se trata de un joven moderno (en el sentido actual de la palabra), contemporáneo, habituado a recibir, en su Barcelona natal, modelos y perfiles de homosexuales en la vida diaria. Goza, además, de una relación de confianza con su madre, y esto le ha permitido asumirse aunque no haya decidido exteriorizar sus sentimientos por cuidar las relaciones sociales en los ambientes siempre algo opresivos de los institutos. Pero una vez que tiene su primera experiencia sexual (con un desconocido), la carrera parece haber comenzado, y sigue su curso como una bola por la pendiente de una montaña, siguiendo las leyes de la gravedad A Charlie le gustan los hombres, le gusta el sexo, le gusta la literatura.. y además se cree enamorado de su primo. Así que sale y entra, goza y sueña, pero sin plantearse en momento alguno crisis o encrucijada de sentimientos o emociones respecto a su orientación, sin culpabilidades por su homosexualidad, sin ácidos corrosivos que le quemen por dentro. Está claro que en Charlie encontramos una nueva generación.
Charlie es, también, un joven lector, que se ha aproximado a la vida a través de los libros y que tendrá la ocasión de empezar a vivir y de encontrar personas materialistas, apegadas al mundo y sus realidades, sin ensoñaciones, sin literaturas. Un choque interesante. Este materialismo no niega el mundo que nos rodea: el alcohol, las drogas, el sexo fácil y anónimo.. pero Rafael Peñas Cruz se limita a retratar ese mundo sin juzgarlo. Muestra sus consecuencias de forma suave (resacas, dolor de cabeza, mala reputación..) evitando hacer sangre del estilo de vida pero sin aprobarlo o aplaudirlo como parecen hacer otros autores.
no puedo dejar de mencionar la aproximación al tema del SIDA, y el virus del VIH, que se hace en la obra. Se agradece que en este silencio hipócrita, puritano o miedoso que nos envuelve, alguien vuelva a traer el tema al escaparate de la literatura. Tampoco en este tema juzga el autor en muchos sentidos, Pero sí lo pone frente a nosotros para que reflexionemos sobre su existencia, sus devastadores efectos y los miles de muertes que ha causado durante el siglo XX y estos comienzos del siglo XXI.
en definitiva, el libro podría quedar muy bien resumido por la fotografía de la portada: un bello y delgado joven que se lanza desde lo alto para caer al mar: un adolescente que despega camino del océano proceloso de la vida, y justo es retratado en ese momento en que, habiendo tomado ya la decisión, aún no ha llegado a su objetivo, al comienzo del resto de su existencia: la edad adulta.
una obra refrescante, que engancha y enamora con algunas imágenes como el «Endimión» desnudo en su hamaca, bello durmiente bajo la mirada de la luna.
(Guillermo Arróniz López, El Librepensador, agosto de 2010)
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