Cristina Peri Rossi es, indiscutiblemente, una de las grandes escritoras hispanoamericanas, y aunque ha destacado en casi todos los géneros, quizá sea el cuento donde ha demostrado mayor originalidad, destreza y versatilidad.
«no es casual que libros de cuentos como éste sean en sí mismos una de esas casas interiores, y que cada relato proponga un avance por habitaciones, galerías, patios y escaleras que absorben al lector y lo separan de un mundo previo. Se diría que escritores como Cristina Peri Rossi repiten sin saberlo el oscuro arquetipo del palacio de Barba Azul: habitaciones, corredores de espejos, puertas condenadas o prohibidas, siempre puertas para aquellos que prefieren el horror y la muerte a la renuncia de no abrirlas. Un cuento termina y ya otros empiezan en la habitación siguiente (..) Pero la adolescencia emerge, lenta y amarga; en ese interregno turbio los juegos ingresan a un territorio donde Cristina reconoce y asume la puerta condenada, la prohibición que va a ser transgredida, la horrible conciliación de víctimas y victimarios. Hermanos y hermanas, reinas y esclavos, falsos adultos incapaces de aceptar las reglas del juego.» (Julio Cortázar)
«no es casual que libros de cuentos como éste sean en sí mismos una de esas casas interiores, y que cada relato proponga un avance por habitaciones, galerías, patios y escaleras que absorben al lector y lo separan de un mundo previo. Se diría que escritores como Cristina Peri Rossi repiten sin saberlo el oscuro arquetipo del palacio de Barba Azul: habitaciones, corredores de espejos, puertas condenadas o prohibidas, siempre puertas para aquellos que prefieren el horror y la muerte a la renuncia de no abrirlas. Un cuento termina y ya otros empiezan en la habitación siguiente (..) Pero la adolescencia emerge, lenta y amarga; en ese interregno turbio los juegos ingresan a un territorio donde Cristina reconoce y asume la puerta condenada, la prohibición que va a ser transgredida, la horrible conciliación de víctimas y victimarios. Hermanos y hermanas, reinas y esclavos, falsos adultos incapaces de aceptar las reglas del juego.» (Julio Cortázar)
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