miércoles, 29 de julio de 2009

El nombre de la calle

pocos habían leído sus libros, pero en su Enix natal (Almería) una calle llevaba su nombre, como también un premio de novela, y en la casa en la que nació habían colocado una placa conmemorativa recordándole. La fama del personaje Agustín Gómez Arcos (Enix, 1933 - París, 1998) precedía a sus novelas, escritas en francés. Sin embargo, a principios del 2008, tras la aparición de la traducción de El cordero carnívoro (2007) en la editorial Cabaret Voltaire, se alzó un movimiento vecinal, escandalizado por la historia de amor incestuoso entre dos hermanos de clase media, con la intención de que el pleno del ayuntamiento retirara los honores al hijo ilustre. Por la presión de los medios de comunicación y los defensores del escritor, al final la calle mantuvo su nombre.

este podría ser un capítulo más de la traumática relación de Gómez Arcos con España. Siendo el hijo menor de siete hermanos de una familia humilde, hijo de un ex alcalde republicano, la leyenda de Gómez Arcos se empieza a construir ya desde su infancia, en la que trabajó como pastor de cabras o como espartero. Su encuentro con la profesora Celia Viñas sería decisivo para que el muchacho encontrara en la literatura una puerta para escapar de la miseria. Por una infancia así, se le ha comparado con Miguel Hernández.

en Barcelona inició estudios de Derecho, pero los abandonó por el teatro. En este ámbito logró importantes reconocimientos, como el premio Lope de Vega en dos ocasiones, en 1962 por Diálogos de la herejía y en 1966 por Queridos míos es preciso contaros ciertas cosas. Sin embargo, en ninguno de los dos casos llegaron a representarse, por la oposición de la censura. Este encontronazo y otras dificultades para desarrollar su obra y vivir su vida de homosexual sin complejos en la España franquista le empujaron al exilio en 1966, primero dos años en Londres, para establecerse después en Francia.

allí trabajó de cocinero, camarero y fregaplatos en diferentes cafés-teatros de París. Cuenta la leyenda que en uno de aquellos cafés se estaba representando una obra suya cuando un editor francés preguntó sobre el autor de la pieza, a lo que el camarero respondió: «Soy yo». Así se inicia su idilio con la lengua, el público y el sector editorial francés. La obra se convirtió en una novela exitosa, a la que seguirían catorce más. Siempre en francés y con un gran éxito de ventas.

Ana No, publicada por primera vez en 1977 y que ahora traduce Cabaret Voltaire, llegó a los 300.000 ejemplares y se ha vertido a más de una docena de idiomas. Obtuvo los premios Prix du Livre Inter, Thy Monnier y Roland Dorgelès y fue llevada al cine en 1985 por Jean Prat, con Germaine Montero como protagonista. Han tenido que pasar más de 30 años para que se pueda leer en español.

en Francia, algunas de sus novelas son lectura obligada en el bachillerato. Su éxito, como comenta su amigo el catedrático de la Sorbona y también almeriense exiliado Jacinto soriano, se puede achacar al interés que siempre ha existido en Francia por la guerra civil española, «tal vez por mala conciencia, por el recuerdo de los campos de concentración en los que metieron a buena parte de los exiliados republicanos». Sea por lo que sea, Gómez Arcos se hizo con algunos de los premios más importantes de la literatura francesa, fue finalista del Goncourt en dos ocasiones y recibió la Legión de Honor en 1985.

aún así, se planteó su regreso definitivo, pero ni él estaba preparado para España ni su país lo estaba para recibirle. Los editores no publicaban sus libros porque eran «muy duros». Lo siguen siendo, como la historia de Ana Paucha en Ana No, una mujer que a los 75 años atraviesa toda la península caminando para reunirse con su hijo menor, preso y único superviviente de su familia tras la Guerra Civil. Se mira de frente la miseria, la rabia de los vencidos, la amargura de los exiliados, la putrefacción de los cuerpos y de las mentes. Por personajes como la protagonista de Ana No se compara a Gómez Arcos con Goya o Valle-Inclán.

las ganas de pedir cuentas con la memoria abren antiguas heridas. Gómez Arcos pone nombre a la calle de Enix, y a todas las formadas por los derrotados que, como los de Ana No, perdieron el derecho incluso a la identidad. Y porque han creído llegado el momento de que Gómez Arcos «ocupe el lugar que se merece en la literatura española», los editores de Cabaret Voltaire–en palabras de Miguel Lázaro–quieren recuperar todas sus obras y traducirlas, ahora que tanto se habla de la recuperación de la memoria histórica. Mientras, siguen las tesis, los estudios y congresos universitarios dedicados a su nombre, indisolublemente vinculados a la calle y a sus fantasmas.

(Sònia Hernández, La Vanguardia, 17 de junio de 2009)

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