los hispanistas foráneos presentan a menudo una equilibrada mezcla de pasión y objetividad. Uno de los más prestigiosos es el irlandés Ian Gibson (que lleva veninticinco años siendo también español), considerado uno de los máximos expertos en la figura de Federico García Lorca, sobre el que ha escrito unos cuantos libros. El último de ellos, Lorca y el mundo gay, se centra en un asunto que, por lo que parece, sigue siendo espinoso hoy en día. Y es que parte de la crítica sigue pasando de puntillas sobre la homosexualidad del escritor granadino ―tan importante en su vida y en su obra― o incluso obviándola. Sorprende que algo así suceda en la España moderna y plural, pero el autor lo deja bien claro en su atinado prólogo: La dificultad de ser García Lorca. Y no solo al comienzo de nuestros andares democráticos, como cuando el suplemento dominical del diario Abc publicó por primera vez ―en 1984― los Sonetos del amor oscuro dejándose en el tintero tan inquietante e incómodo adjetivo.
también subraya el hispano-irlandés otros curiosos «olvidos» lorquianos en obras publicadas en los años 90 y a comienzos del siglo XXI; por ejemplo, en la última edición de El público ―«de tema francamente homosexual», según palabras del propio Lorca― de la editorial Cátedra (2006), se mantiene una introducción tan anacrónica que raya lo homofóbico.. Gibson siempre ha considerado que la homosexualidad del poeta está «en el epicentro de su vida y su obra», pero aquí la coloca en primerísimo plano, como punto de partida de un encomiable trabajo. Lo cual no le impide, faltaría más, dar cuenta del amor adolescente que Federico sintió por una quinceañera, descubrimiento fruto de su investigación. en sus años de juventud, la homosexualidad apenas puede rastrearse. Luego nos encontramos a Lorca en la efervescente Residencia de Estudiantes madrileña, junto al homófobo Buñuel y al vacilante Dalí, que se convertiría en su obsesión particular (Gibson describe el curioso trío sexual que ambos protagonizaron junto a una mujer). Sus pequeños y grandes amores, sus viajes a Nueva York y Cuba, sus años en la España republicana.. En cinco extensos capítulos, el autor va «recorriendo» la homosexualidad de Lorca, fundamental en todo momento, incluso en el infame asesinato que acabó con la vida de nuestro poeta universal.
(Bernardo M.Briz, Shanguide, abril/2009)
también subraya el hispano-irlandés otros curiosos «olvidos» lorquianos en obras publicadas en los años 90 y a comienzos del siglo XXI; por ejemplo, en la última edición de El público ―«de tema francamente homosexual», según palabras del propio Lorca― de la editorial Cátedra (2006), se mantiene una introducción tan anacrónica que raya lo homofóbico.. Gibson siempre ha considerado que la homosexualidad del poeta está «en el epicentro de su vida y su obra», pero aquí la coloca en primerísimo plano, como punto de partida de un encomiable trabajo. Lo cual no le impide, faltaría más, dar cuenta del amor adolescente que Federico sintió por una quinceañera, descubrimiento fruto de su investigación. en sus años de juventud, la homosexualidad apenas puede rastrearse. Luego nos encontramos a Lorca en la efervescente Residencia de Estudiantes madrileña, junto al homófobo Buñuel y al vacilante Dalí, que se convertiría en su obsesión particular (Gibson describe el curioso trío sexual que ambos protagonizaron junto a una mujer). Sus pequeños y grandes amores, sus viajes a Nueva York y Cuba, sus años en la España republicana.. En cinco extensos capítulos, el autor va «recorriendo» la homosexualidad de Lorca, fundamental en todo momento, incluso en el infame asesinato que acabó con la vida de nuestro poeta universal.
(Bernardo M.Briz, Shanguide, abril/2009)
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